
Por Juan Sosa
En marzo de 2025, el gobierno municipal de Playa del Carmen anunció con bombo y platillo la rehabilitación del parque ubicado en la avenida 90 Norte, en la colonia El Pedregal. La inversión, casi simbólica por su cifra redonda de cinco millones de pesos, provino del Fondo de Aportaciones para la Infraestructura Social Municipal (FAISMUN). La obra prometía ser un modelo de inclusión y comunidad, con juegos infantiles, gimnasio al aire libre, rampas, domo rehabilitado y sistemas de iluminación. En abril, la alcaldesa incluso encabezó un evento formal para “entregar” el espacio ya rebautizado como “Parque de la Noventa”.
Pero bastaron unas semanas para que la ilusión se desmoronara. Hoy, el parque luce deteriorado: luminarias que ya no funcionan, gradas maltratadas, áreas verdes sin mantenimiento y estructuras que muestran desgaste prematuro. ¿Dónde quedaron esos cinco millones? ¿Quién supervisó esta obra? ¿Quién se hace responsable del evidente incumplimiento?
Las preguntas son muchas, pero las respuestas brillan por su ausencia.
La empresa responsable —o mejor dicho, la persona física adjudicada por licitación directa— fue Mario Joaquín Espinosa Buenfil. El contrato coincide con la cifra anunciada públicamente: $4,961,611.69 pesos. Sin embargo, no hay constancia de auditorías posteriores, ni dictámenes técnicos que garanticen la calidad de los trabajos. Las dependencias que debían fiscalizar —la Secretaría de Infraestructura, la Dirección de Infraestructura Deportiva, la Contraloría Municipal— se han mantenido en el más absoluto silencio.
Este caso no es un hecho aislado. Es una muestra más del profundo abandono en que se encuentra el deporte en Playa del Carmen. El Instituto del Deporte municipal es una institución decorativa. Habla de fomento a la actividad física, pero no puede garantizar siquiera el mantenimiento de sus instalaciones. En la práctica, el deporte público ha sido relegado a un segundo plano, sustituido por espectáculos mediáticos, reconocimientos banales y torneos en los que los propios funcionarios son juez y parte.
Y no se trata solamente de este parque. Basta recorrer las otras unidades deportivas del municipio para comprobar que el patrón se repite: canchas en ruinas, baños clausurados, techumbres oxidadas, y jóvenes que entrenan entre basura y abandono. Todo mientras los responsables posan para la foto y reparten trofeos que no ocultan su desinterés por el deporte como política pública.
El problema, como siempre, no es el dinero. Es la falta de prioridades, de visión y de voluntad política. Invertir en deporte no significa solo poner cemento o pasto sintético. Es crear condiciones reales para que niñas, niños y jóvenes tengan acceso a espacios seguros, accesibles y sostenibles. Es prevenir la violencia, combatir el ocio nocivo y generar tejido social.
Hoy lo que vemos es todo lo contrario. Obras mal hechas, recursos sin transparencia, y una administración que prefiere la propaganda a la gestión eficiente. ¿De qué sirve inaugurar un parque si en unos meses es otra postal del abandono?
El deporte puede ser una herramienta transformadora, pero solo si se administra con seriedad. Playa del Carmen merece instalaciones dignas, supervisiones reales y funcionarios que entiendan que el desarrollo comunitario no se consigue con likes, sino con responsabilidad.
El Instituto del Deporte debe rendir cuentas. No como un favor, sino como una obligación ante la ciudadanía. Porque cuando el deporte falla, también fallan las oportunidades de futuro para toda una generación.
Nos leemos en la próxima