
Con frecuencia, escucho que la pobreza es la causante del incremento de la violencia, sin embargo, las estadísticas y estudios demuestran que no existe relación entre pobreza y violencia, ejemplo de ello es que los países más pobres no son los más violentos. En cambio, está demostrado que si existe correlación entre desigualdad y violencia así como desigualdad y problemas de salud, entre otros males que nos aquejan.
El saber que no se es bien visto ni recibido, que se es rechazado, excluido y maltratado, física y/o psicológicamente en la sociedad donde se vive, aumenta permanentemente el estrés, lo cual eleva los niveles de glucosa en sangre, favorece la obesidad central y refuerza la necesidad de dietas hipercalóricos. Así se daña la salud.
Al tiempo que la desigualdad genera estrés permanente, cuando separa al que tiene más del que menos tiene y clasifica socialmente a las personas, estimula la violencia. James Gilligan, psiquiatra de la Universidad de Harvard, donde dirige el Centro de Estudios de la Violencia, revela en su libro Violence, que los actos violentos “son intentos de eliminar el sentimiento de vergüenza y humillación –que duele y puede ser intolerable– para remplazarlo por su opuesto, el sentimiento de orgullo”.
El desarrollo urbano juega también un papel determinante, las colonias cerradas, donde solo pueden pasar sus habitantes, muchas veces a costa de la apropiación del espacio público, estos cotos elitistas en nuestro país, producen también esta sensación de rechazo y gran desigualdad social. Es preciso indagar más en la enorme capacidad de las elites de mantener sus privilegios y que ello nos parezca natural. “Es que es un espacio privado “me dicen siempre. ¡No, no los es, no lo es todo! algunos caminos y el mar es nuestro y no puede ser clasificado uno para ricos y otro para pobres.
La manera como conformamos nuestras ciudades, habla de la manera en que queremos relacionarlos con los demás. Los cotos cerrados, son un reducto del sistema de castas Colonial. El estigma que produce hacia sus habitantes los inhabilita en su ciudadanía por su pertenencia espacial, lo que genera una desmoralización colectiva que socava sus acciones y cohesión social
Y regreso a la pregunta de siempre, esta desigualdad y por lo tanto la violencia que esta produce ¿se corrige solo con policías, cámaras, sistemas de control? No, en el mejor de los casos, solo atiende sus efectos más no la raíz del problema. Cuando examinemos nuestros problemas de raíz, seguramente tendremos las mejores soluciones. Soluciones que competen a la sociedad en su conjunto y que nos obligan a cambiar las estrategias no solo de seguridad sino de convivencia humana.
Revisemos nuestra actuar, pensemos más allá, de otras violencias de las que no estamos acostumbrados a hablar, de las que no son políticamente correctas, además de la violencia contra la mujer, hablemos de la violencia de madres a hijos, de la violencia que hace que muchos hombres se estén matando a sí mismos y también de esa violencia terrible que habla con barreras, en las que una minoría le dice a un pueblo, tu pequeño infeliz, ni siquiera puedes entrar aquí.