Pese a los avances en materias de comunicación y democratización de los canales -o precisamente por eso- la calidad del mensaje político sigue siendo deficiente y eso se puede explicar por la baja calidad de los consultores y generadores de contenidos que prefieren contra replicar mensajes del gobierno que crear contraste en el debate y caminar por rutas alternas.
Desde el inicio del nuevo régimen, diversas voces se han alzado para, según ellos, descifrar la estrategia comunicacional del gobierno federal, dando tumbos entre conceptos contrarios y no atinando las respuestas que quisieran dar. Lo cierto es que siguen cayendo en todas y cada una de las provocaciones que les imponen y con esto, en calidad de “tontos útiles”, refuerzan la estrategia que dicen combatir.
El cambio de paradigma de la política de equipo a la de una sola persona, aunado a los nuevos estilos de comunicación han generado una desconexión entre el fin y los medios.
Anteriormente, las propuestas se daban a partir de análisis de conjunto, en lo cual, necesariamente, se contemplaba la participación “de los mejores” para encontrar o dar seguimiento a “las tareas que nos imponía la patria”. En esos tiempos, a la política se le daba tiempo, se le dejaba madurar, se podía rectificar; ahora lo que se busca es el TT inmediato.
Estamos ante el triunfo de la intrascendencia -aunque parezca un oxímoron-.
Es imprescindible para los políticos, si no quieren quedar desempleados, que dejen de lado las acciones facilonas que les dan los denominados “influencers” y crear mecanismos de comunicación eficientes para sostener una actividad que ha sido inherente al ser humano.
Sin duda, en la actualidad solo existe un tipo de comunicación política eficiente, aunque no le guste a muchos, y es la que ejecuta el gobierno central.